jueves, 10 de septiembre de 2015

En la calle está el verdadero arte.

Hace ya tiempo, tanto que casi no recuerdo todos los detalles que me gustaría recordar, caminaba por el centro de mi ciudad tras la visita a un museo. Estaba cargada de ilusión ya que estas visitas siempre han ayudado a mi voluble ánimo, paseando por la calle entre el sonido de la gente al hablar de temas triviales,  escuchando los pasos rebotar sobre la calzada y el murmullo de un solitario pájaro que a lo lejos cantaba.

La exposición de las obras de Goya y la explicación de la guía, habían conformado una mañana sublime de la que extraía multitud de enseñanzas antes no encontradas. Rememoro con especial cariño los famosos grabados del autor que criticaban a la sociedad en la que se movía, desde el bajo pueblo hasta los nobles (a los que dibujaba con cabezas de burro) pasando por la iglesia y en los últimos destacando la crueldad de la guerra a través de diferentes escenas propias de la Guerra de la Independencia.  Y he de mencionar que no se decantaba por ningún bando pese a ser zaragozano y ver el resultado del asedio a la ciudad a la que pertezco sino que siendo propio de un genio miró desde fuera de la perspectiva del "conmigo o contra mí" desarrollada en esta sociedad, y visualizó el horror de la guerra en su conjunto culpando a los dos bandos además de preguntándose qué razones impulsarían tales atrocidades. Para hacer estos grabados destruyó otros ya creados sobre paisajes, lo que es símbolo de sus prioridades en la época ya que hacer un grabado era tremendamente complicado y tan solo un prodigio podría hacerlos como Goya los hizo, casi perfectos.

Con esto en la cabeza me metí en una librería para salir quejándome de los precios que a mi parecer eran abusivos. Como aún me quedaba tiempo, decidí tomar algo en un café con el fin de enterarme de las noticias del día a través de conversaciones y así ampliar los recuros a la hora de crear personajes (hablaré de esto en otro post). Estaba casi vacío, desde hacía un tiempo la gente ya no acudía a tan emblemático lugar y menos por la mañana, de tal manera que tan sólo estábamos en la terraza dos ancianos y yo. Conversaban enfurecidos sobre la situación política del país y comentaban su esperanza en los nuevos partidos. En aquél momento vino a mi mente una frase de Arturo Pérez-Reverte: el español es de trinchera, pega el puñetazo en la mesa y sale a ver si le han quemado el coche. Sonreí al pensar que tal vez el escritor se equivocara y llegara pronto una nueva era traída por las nuevas generacioes.

Retomé mi camino viéndome sorprendida por una hermosa melodía, suave y dulce que cruzaba con sus notas el aire helado de la mañana. Sorprendentemente ésta era desprendida por un solo  instrumento y la guía maestra que lo acompañaba, Y con un intrumento, me refiero a aquél instrumento que puede desbancar con su llanto a una orquesta completa, el incorruptible, desgarrador inigualable y magistral violín. Siempre he pensado que era un instrumento espectacular que me gustaría poder tocar y lo haré en cuanto la economía me brinde la oportunidad para ello. Rasgadas las cuerdas del violín desconocido deleitaban al alma más dura ablandando su corazón, o al menos eso pensaba yo. Al llegar al lugar dónde se producía tal magia mal descrita por mi parte, me dí cuenta de que todos ensimismados miraban sus móviles y sus relojes. La calle se tiñó de gris y el pájaro no osó callarse mientras sonaba "El lago de los cisnes" de Tchaikovsky interpretada por una señora entrada en años que no cometió ni un solo fallo en las interpretaciones que siguieron a tal obra maestra. Y no pararon las nubes, ni dejó de brillar el sol, ni el minutero se detuvo, ni el señor del traje, ni el mendigo, ni la niña que juega ni el chico de bonita voz. Todo siguió su ritmo, todo siguió su paso aquél día mientras yo dejaba algunas monedas en el estuche de violín y aplaudía al terminar cada actuación. Posteriormente, compré uno de los discos que la mujer vendía leyendo en el mismo que se llamaba Nila Cadanteva profesora de violín y directora de orquesta que recibía de buen agrado un encargo para clases particulares, bodas, fiestas etc.

Sin duda, era una artista de los pies a la cabeza. No cometió ni un solo fallo pese a estar en la calle con un instrumento muy complicado y reflejando sin que tal vez ella lo supiera, la decadencia de esta sociedad que condena a una persona con un talento excepcional a tocar en la calle, mientras el señor de traje lleva la cartera llena y el cani de Mujeres Hombres y Viceversa alcanza mayor fama que la señora Cadanteva. Ahora no vengamos con que "políticos esto, políticos lo otro" que tienen gran parte de la culpa pero... ¿Qué me dices de esa gente que pasaba sin siquiera girar la cara? ¿Qué me dices de que ni una persona hubiera dejado un solo céntimo en aquel estuche tan vacío como de pasión este mundo? Y volví a Perez-Reverte, a la desesperanza y a la desilusión, pensando que quería hacer algo por aquella desconocida a la que sigo escuchando y me parte el corazón.

Únicamente esta es la razón por la que he escrito el post que tal vez no tenga mucha repercusión. Guardo con recelo el número de esta desconocida con gran talento y cualquiera que la necesite puede contactar conmigo a través de mi correo (cristinagimenocalderero@gmail.com). Su nombre y el número es todo lo que tengo pues es lo único que en el disco figuraba pero tras la acústica experiencia la recomiendo encarecidamente para cualquier ceremonia e incluso por si quieres aprender a tocar un instrumento tan noble como es el violín.

Esto es todo por hoy ¡Nos leemos!

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