Me resulta emocionante y también necesario para promover la cultura mientras nado en un mar de suspiros, quejas, risas y abatimiento. Pese a todo mantengo mi opinión guardada a salvo de miradas indiscretas y es que siempre me surge una cuestión ¿El debate ha de ser civilizado o salvaje? Respetar los turnos de palabra, respetar las normas del discurso, respetar al orador contrario. Dejarse llevar por los sentimientos, dejarse llevar por la fuerza del argumento, dejarse llevar por vibrante palpitar del alma. De momento no he respondido a la pregunta y solo entraré a formar parte de un debate el día que lo logre o el día que mis palabras vuelen con vida propia pues no es necesario contenerlas en multitud de ocasiones.
Algo más me ha llamado la atención y es que en mitad del debate no había ponente con autoridad real, estaban al mismo nivel siendo sus ideologías como leones peleándose e intentando no recibir zarpazos que queden en sus mentes para siempre, pero es inevitable y queda algo aunque se tratase de la duda. Retomando el hilo, me ha sorprendido la igualdad a la que han sido sometidos mediante el debate independientemente de su origen, edad, estudio, capacidad económica o planes a futuro.
Todos estaban en el mismo plano, todos igual de insistentes y cuando parecía que avanzaba uno entonces otro le cortaba el paso quedando el debate inconcluso, como todos suelen quedar.
Será esa una de las cosas más hermosas que tiene la sabiduría, la capacidad de unir personas y lograr además que saquen el potencial que hay dentro de si mismas.
Cristina Gimeno
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